viernes, 28 de octubre de 2016

La lectura, de Cosme San Martín (1850-1906)



Este cuadro es un óleo sobre tela de 1.05 x 1.45 metros, está en la sección de Arte Chileno del museo de Bellas Artes de Santiago y muestra a una familia concentrada en la lectura de un libro, sentados a la mesa de una casa acomodada. La imagen está cargada de detalles y es elaborada. Hasta ahí, todo bien y normal. Incluso aburrido, pues aunque es fiel a los cánones establecidos de la época e iba acorde a los gustos de la alta sociedad de ese entonces, la escena en sí no parece muy interesante.

Hasta que te detienes a verla y a pensar un poco como pensamos los chilenos actualmente. Primero, el hombre del fondo, semi oculto en la oscuridad. Ese hombre se las trae. Está con la cadera insolentemente hacia adeltante, luciendo en su mano un sagrado anillo de matrimonio. Su mirada lasciva está clavada en la joven que lee, mientras una sonrisa burlona se asoma en sus labios. Ese hombre tiene un interés "especial" por la mujer lectora. Tal vez sea la esposa, pero no, ella no trae anillo de matrimonio. La que trae el anillo es la otra joven que está a la mesa, completamente absorta en la lectura, ajena, por lo tanto, a lo que está pasando frente a sus narices: Su marido está enamorado (o medio calentón) por otra mujer... pero ¿qué mujer? Por lo parecido de ambas jóvenes, a lo mejor son hermanas o primas. Y ella no se da cuenta, porque prefiere la lectura a la realidad.
La mujer que lee, por cierto, tiene el libro puesto como escudo frente a ella, tal vez intentando protegerse de la mirada de ese hombre o tal vez intentando cubrirse de la mirada alarmada que arroja el anciano interpuesto entre ambos. Porque el anciano que está sentado a la mesa no está absorto en la lectura oh, no, está en guardia, tenso, atento a todo lo que pasa a su alrededor. Él sí se da cuenta de la tensión sexual entre ambos personajes, ergo, se interpone entre los dos. Pienso que es el padre de la lectora, que no quiere que su familia caiga en desgracia e intenta proteger a ambas hijas. Otra persona que mira a la lectora es la anciana al final de la mesa. Ella mira con suavidad y dulzura, sin reprocharle nada a la joven, pero casi fuera del cuadro, dentro del círculo familiar sólo gracias a la mano del hombre lujurioso que se apoya sobre el respaldo de su silla. Tal vez es la madre de él, agradecida de ser tomada en cuenta aún, o tal vez es la madre de ella, demasiado alejada de ambas niñas como para intervenir. Finalmente está la niña en el piso. Por la lujuria del hombre y la concentración de su esposa en la lectura, esa niña tiene que ser la hija del matrimonio, dejada a su suerte, como ejemplo de la relación entre sus padres, y casi tan apartada como la anciana.

Esta pintura demuestra su grandeza al mantenerse en el tiempo, resistiéndose a ser olvidada gracias a todas las interrogantes que sigue planteando. ¿El hombre es el amante secreto de la mujer o no? ¿Ella le corresponde o está tensa, leyendo el libro a modo de escudo delante de él? Yo creo que está nerviosa, pero no por miedo a él, sino a que les descubran. Cuando vuelva a ir al Bellas Artes, observaré mejor la cara de la lectora, ¿hay un asomo de sonrisa? ¿O será rechazo asqueado?

Definitivamente el título: "La lectura" es apropiado a la obra, pues si bien para algunos es sólo una forma de resaltar lo obvio (Esto ES una pipa), también presenta "otras lecturas" dependiendo de quien se detenga a mirarla. Yo vi la tremenda teleserie, pero tal vez otras generaciones descubrieron (o descubrirán) nuevas lecturas del mismo cuadro.



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